Friday, September 10, 2010

Cuentos de jefes

Invasión

Por: Orlando Gutiérrez Gross

- Mi vida, ¡hoy te voy a cocinar!

- ¡No!, mejor no.

- ¿Por qué no?

- Mi amor, tu tardas mucho, es cierto que dejas la cocina limpia y todo…, pero en mi cocina yo soy el jefe. ¿Sabes que te quiero verdad?, pero me desespera que entres en mi espacio... ¿qué quieres que cocine?

- ¡Ah puta, hace lo que querrás!.

Wednesday, September 1, 2010

Cuentos de cine

Lo que el viento se llevó

Por: Orlando Gutiérrez Gross

Desde que era niña, siempre he tenido el mismo problema, los zapatos me chiman. No sé cómo explicarlo, a través de los años, he probado diferentes hormas, diferentes marcas, precios, cualquiera que sea, me lastima. Y no es que tenga pies feos, que eso quede claro, simplemente no he encontrado mí zapatico de cenicienta. Y es que, cualquier zapato que me pusiera, me provocaba ronchitas de agua en los talones, en los dedos, en la planta. Yo medio me había acostumbrado a caminar con dolor, sin embargo, mi madre sufría al verme caminar, pues sabía que me dolían los pies. Fue así, como un día decidió que iríamos al zapatero, para que me hiciera unos zapatos a la medida, los cuales tampoco funcionaron, pero él, me dio una muy buena idea: fabricar mi propio calzado. Me di a la tarea de recolectar todas las cajas que iba viendo en la calle, para tener diferentes estilos de zapatos, mi madre, solo veía el montón de basura que yo iba acumulando, pero como tenía curiosidad de saber que era lo que yo estaba tramando, no me decía nada.

Y así, con apenas 7 años, decidí fabricar mis propios zapatos, acordándome de cómo había observado al zapatero. Después de varios intentos fallidos, llegué a la conclusión que lo más fácil, era dibujar la planta del pie en cada cartón, con eso resolvía el problema de la suela, le ponía una cubierta encima, que zurcía con hilo y aguja y ya. Pues no, tampoco funcionó. Debía de cambiar de idea, en vez de hilo, usaría cinta de tela. Abrí un hoyito en la parte delantera de la suela, por ahí metía la cinta, que me amarraría los dos primeros dedos del pie, para pasar nuevamente dicha cinta a los lados, y de esta forma me quedaban unas chancletas, con suela de cartón. Me los probé, di un par de pasos y no se soltaron. ¡Éxito! , ahora, debía de encontrar la ocasión perfecta para estrenar las chanclas.

A las tres casas de donde yo vivía, Don Manuel había puesto un cine, y nos dejaban entrar cuantas veces quisiéramos, pues éramos los hijos de doña Irma, la dueña del comedor. Así que decidí decirle a mi hermano menor, que nos fuéramos para el cine esa tarde, pretexto para estrenarme los benditos zapatos. Ese día estrenarían “Horror of Dracula” de Terence Fisher con Christopher Lee.

Mamá nos dio permiso de ir, ya que consideraba que en el cine estábamos seguros, y así ella tenía un respiro de tranquilidad. Alistó a mi hermano y yo me puse el vestido de las piñatas, de esos que tienen vuelos y llegan hasta el tobillo, con mis zapatos de cinta.

Nos fuimos para el cine con mi hermano, con la recomendación que si le daba sueño al muchachito, inmediatamente me regresara. Cuando llegamos, una de las cintas se me había soltado, así que decidí quitarme los zapatos para que no se rompieran del todo. Entramos, y agarre dos sillas, porque antes los cines no eran como los de ahora, eran cuatro paredes, sin techo, piso de tierra y con sillas plegables que uno acomodaba a su discreción, si el de adelante no te dejaba ver, pues tomabas tu silla y te movías o simplemente te le ponías adelante para que no te estorbara.

Comenzó la película, ¡tan tan tan tan! Salía un hombre con sangre en la boca, con colmillos y algo decía que no muy le entendía, cuando de repente, empieza el niño a llorar, claro, del susto. Mis problemas se multiplicaban como que fueran amebas. Ya tenía tres problemas, la chancleta medio rota, el niño lloraba del miedo y yo quería ver que más pasaba. Para no cansarlos con el cuento, como a la media hora, empecé a sentir un olor desagradable, algo familiar, ¿qué creen?, ¡mi hermanito se había cagado del miedo! Ya no eran tres problemas, eran cinco, pues se le habían unido la cagada y mi vergüenza.

- Chany, vámonos, que me hice pupú.

El niño empezó a gritar que se quería ir, que se había hecho pupú. Yo angustiada, buscaba en medio de la oscuridad mis chancletas, pero sólo una encontraba, la otra, se la había llevado el viento. Sin pensarlo dos veces, lo empecé a empujar, pues me daba asco agarrarle la mano, porque sentía que me llenaría de mierda. Descalza, corría desesperadamente, en una calle de piedrín. Sentía como los pies se me iban haciendo trizas, se me metían las piedritas, el polvo, el vestido sucio, el niño lloraba mientras caminaba rápidamente con las piernas abiertas, la cara llena de mocos, era una tragedia.

Llegamos a casa, mis pies llenos de sangre, toda sucia, el niño cagado y mocoso.

- ¡Sandra Esther! ¿Qué le hiciste al muchachito? ¿Por qué estás tan sucia?

No recuerdo muy bien que fue lo que dijo mi madre, sólo sé que me regaño fuertemente y que yo había perdido mis zapatos.

Al día siguiente, el mocoso había hecho con ayuda de mi otro hermano una cruz de madera que andaba de arriba para abajo, dormía con ella y cuando la soltaba hacia con los dos dedos índices la señal de la cruz, pues ese era el escudo que uno de los actores usó en la película para ayudarse quién sabe de qué maleficio. Estaba aterrorizado y mi madre vuelta loca, pues creía que el niño se le volvía loco y a mí dándome lástima. Desde ese día, el viento se llevó todas mis idas al cine, con zapatos incluidos.

Tuesday, August 24, 2010

Micro cuento

Media Vida
Por: Orlando Gutiérrez Gross

Tanto dinero llegó a tener, y ¿para qué? Para terminar encerrada tras las rejas. Sin una sola visita, con la esperanza de regresar algún día a ver a su amor verdadero. Después de media vida, el momento tan anhelado llegó. Él no la fue a esperar, le dijeron que le vería en casa. No fue así. Había fallecido la semana anterior. Ya no le quedaba nada, pensó. No era cierto, su vida era una novela digna de llevar al cine, que le traería de vuelta todo el dinero que en algún momento tanto había deseado.

Friday, August 20, 2010

Cuentos de Seducción

La Fiesta de inauguración

Por: Orlando Gutiérrez Gross

Les aconsejo escuchar esta canción de fondo, mientras leen: http://www.youtube.com/watch?v=Gz4q-UU3uuQ&p=33DDCC792DDCCEAB&playnext=1&index=64

Recuerdo la noche que te conocí. Bruno me había invitado a la inauguración de su nuevo apartamento. Un piso ubicado frente a un famoso parque de la ciudad, en el último nivel. Tenía una vista espectacular de toda la metrópoli.

Ahí estabas tú. En el balcón. Tu cabello negro y ondulado, te llegaba hasta los hombros, tenía un brillo especial, era la luna llena que se reflejaba en él. Tu cuerpo frágil y lleno de juventud, se escondía tras un hermoso vestido drapeado, de color ocre. Era estraple, dejaba al descubierto tus hombros pecosos.

Tenías una copa medio vacía en la mano.

Un impulso hizo que tomara dos copas de champagne y me acerqué a ti.

- Disculpe, creo que dejó su bebida en el bar.

- No

- Es solo una excusa para conocerla

Te extendí la copa. Tú me quedaste viendo de pies a cabeza y soltaste una risa calladita, medio burlona.

Te tomé de la cintura y empezamos a bailar suavemente. Nos dimos cuenta que éramos el uno para el otro.

Nunca nos volvimos a separar.

Thursday, June 3, 2010

Camioneta Urbana (Bus)

Se calcula que una persona genera
treinta y cuatro mil litros de saliva
en su vida

Por: Orlando Gutiérrez Gross

- Mirá pues, este es el sillón, yo lo iba a botar, pero si querés te lo vendo por veinte dólares
- Ah va, ¿te gusta? -me preguntó-
- Sí…
En realidad el sillón estaba más destruido que mandado a encargar y no, no me gustaba, pero de algo a nada prefería tenerlo. Tenía varios resortes por afuera, hoyos en la tela, era viejo y mal cuidado; sin embargo, no teníamos en qué sentarnos en la casa, más que un banco. No estaba mal, era cuestión de arreglarlo, me consolé.
- Pues sí vos, fijate que vengo entrando de Cuba, me fui el fin de semana, y traje estas botellas de Havana Club, bla bla bla –escuchaba sin poner atención como Marta le contaba a Quique de su viaje a Cuba, y de los vuelos y el “badiño” y saber qué más.
Yo estaba apurado, ya me quería regresar, ese lugar no me gustaba, por lugar entiéndase, la colonia, era lejos de mi casa, hacía un calor insoportable, así que entre ojos y palabras, le di a entender a Quique que nos fuéramos lo más pronto posible.
Empezamos a caminar las pequeñas cuadras de la colonia hasta llegar a la famosa talanquera y salir a la calle, a esperar “la camioneta”.
De mala gana me monté, mientras pensaba que por qué yo estaba ahí, si antes yo tenía todas las comodidades que quería, que yo era feliz ahí, que yo era independiente ahora, que por qué no tenía carro, que si esto que si el otro.
Subimos a “la burra” –así le dice Quique a los buses- y nos sentamos detrás de una señora sucia, humilde, sucia. Yo en la ventana, con la cabeza recostada sobre el vidrio, viendo la carretera, el monte, la gente caminar, mientras seguía pensando que si ésto que si aquello que si sí que si no, que se apurara, que llegara rápido, que qué pereza, que si sí que si no. Entre enojado, triste y feliz. De repente la vieja sucia que viene enfrente mío, empieza a escupir ahí, por donde estaba sentada, y me volteo donde Quique y le digo: -uy mirá a esa vieja cochina, que barbaridad, como escupe dentro del bus. Seguí mirando por la ventana, en lo que veo que la vieja cerota medio saca la cabeza por la ventana y se echa una cuecha (gargajo, pollo), yo indignado estaba a punto de comentarlo con Quique, en lo que ¡zas!, la cuecha me cae directo en la boca, que estaba empezando a abrir para hablar oprobios de ella. Eso me pasa por estar de criticón y de shute, sin dejar a la gente en paz, ahora ya me tragué parte de los treinta y cuatro mil litros de saliva de la vieja cerota y sucia y estará en mis recuerdos por siempre. ¡Qué asco!
¡Jueputa mierda, jueputa bus, jueputa vieja, jueputa sillón, jueputa vida, jueputa Quique, jueputa yo, jueputa todo! Odio montarme en “burras” lo odio, hasta el día de hoy, aunque acabo de bajarme de una.

Tuesday, May 25, 2010

Pecaminosos

El Sandinismo

Por: Orlando Gutiérrez Gross

Tengo veinticuatro años de trabajar en el Archivio Segreto Vaticano, gracias a mis estudios en Paleografía e Historia del Arte. Desde hace 12 años dirijo el Laboratorio de Restauración y Paleografía en dicho departamento, siendo además docente de la Escuela Vaticana de Paleografía, Diplomática y Archivística.

Como se podrán imaginar, mi oficina está llena de escritos, registros y legajos relativos a la Iglesia, a su historia, diplomacia y a sus actividades desde el siglo II hasta nuestros días. Los más de veintiséis kilómetros de estanterías del Archivio Segreto Vaticano les pueden dar idea del volumen de documentación conservada.

Tengo acceso a documentos que posiblemente nunca llegarán a la luz pública, por ser secretos muy bien guardados que seguirán desconocidos, archivados. Y, fue así, como descubrí un documento donde consta que los mandamientos son once y no diez como originalmente se ha conocido. El onceavo mandamiento, según esta documentación es: “Non edere citrullus vulgaris”. Esto, me llamó mucho la atención, pues la traducción al castellano es: “No comerás sandía”.

Siendo yo un adicto a la sandía, me resultó chocante y alarmante este mandamiento que no había sido incluido en nuestras vidas. ¿Por qué no se podía comer sandía? ¿Qué tenía de malo una fruta tan refrescante que mi madre semanalmente se aplicaba en la cara para hidratársela? El documento en sí, hablaba de los mandamientos, más no los explicaba, razón por la cual me dediqué a investigar por qué en aquellos tiempos, comer sandía era prohibido.

Ninguno de los códices que consulté, legajos y manuscritos explicaba la razón de dicho mandamiento. Fue así, como me di a la tarea de investigar en internet y me encontré con una investigación que decía lo siguiente: Un grupo de científicos, de la universidad de Texas, han descubierto, que la sandía tendría propiedades, parecidas a las del viagra, gracias a su contenido de licopeno, betacarotenos, y citrulina. Estas sustancias que pertenecen a la fruta que mencionamos, podrían aumentar la capacidad eréctil en el hombre, como lo hace el sildenafil. Esta investigación, descubrió, que al consumir sandía, la citrulina, se convierte en un aminoácido (arginina), que favorece notablemente la relajación de los vasos sanguíneos, lo que genera un efecto similar al fármaco más arriba mencionado.”

Siempre he considerado que soy un intelectual, pensante y altamente razonante, sin embargo, el primer pensamiento que se vino a mi mente fue: “He estado inmerso en este placer pecaminoso de una fruta que debería ser prohibida tanto como cualquier droga durante mis cuarenta y siete años de existencia…¡no puede ser! ¿Cómo es que mi madre no me lo advirtió?”. Y entre recriminaciones, meditaciones, reflexiones y todos los iones, juré sobre la Biblia no volver a comer tan deliciosa fruta de origen africano.

Han pasado ya más de 6 años de mi descubrimiento, estoy en tarea de hacerle saber al mundo, que el onceavo mandamiento existe, que el sandinismo es bueno para unos y para otros no, ¿usted qué opina? -


 

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