Thursday, June 3, 2010

Camioneta Urbana (Bus)

Se calcula que una persona genera
treinta y cuatro mil litros de saliva
en su vida

Por: Orlando Gutiérrez Gross

- Mirá pues, este es el sillón, yo lo iba a botar, pero si querés te lo vendo por veinte dólares
- Ah va, ¿te gusta? -me preguntó-
- Sí…
En realidad el sillón estaba más destruido que mandado a encargar y no, no me gustaba, pero de algo a nada prefería tenerlo. Tenía varios resortes por afuera, hoyos en la tela, era viejo y mal cuidado; sin embargo, no teníamos en qué sentarnos en la casa, más que un banco. No estaba mal, era cuestión de arreglarlo, me consolé.
- Pues sí vos, fijate que vengo entrando de Cuba, me fui el fin de semana, y traje estas botellas de Havana Club, bla bla bla –escuchaba sin poner atención como Marta le contaba a Quique de su viaje a Cuba, y de los vuelos y el “badiño” y saber qué más.
Yo estaba apurado, ya me quería regresar, ese lugar no me gustaba, por lugar entiéndase, la colonia, era lejos de mi casa, hacía un calor insoportable, así que entre ojos y palabras, le di a entender a Quique que nos fuéramos lo más pronto posible.
Empezamos a caminar las pequeñas cuadras de la colonia hasta llegar a la famosa talanquera y salir a la calle, a esperar “la camioneta”.
De mala gana me monté, mientras pensaba que por qué yo estaba ahí, si antes yo tenía todas las comodidades que quería, que yo era feliz ahí, que yo era independiente ahora, que por qué no tenía carro, que si esto que si el otro.
Subimos a “la burra” –así le dice Quique a los buses- y nos sentamos detrás de una señora sucia, humilde, sucia. Yo en la ventana, con la cabeza recostada sobre el vidrio, viendo la carretera, el monte, la gente caminar, mientras seguía pensando que si ésto que si aquello que si sí que si no, que se apurara, que llegara rápido, que qué pereza, que si sí que si no. Entre enojado, triste y feliz. De repente la vieja sucia que viene enfrente mío, empieza a escupir ahí, por donde estaba sentada, y me volteo donde Quique y le digo: -uy mirá a esa vieja cochina, que barbaridad, como escupe dentro del bus. Seguí mirando por la ventana, en lo que veo que la vieja cerota medio saca la cabeza por la ventana y se echa una cuecha (gargajo, pollo), yo indignado estaba a punto de comentarlo con Quique, en lo que ¡zas!, la cuecha me cae directo en la boca, que estaba empezando a abrir para hablar oprobios de ella. Eso me pasa por estar de criticón y de shute, sin dejar a la gente en paz, ahora ya me tragué parte de los treinta y cuatro mil litros de saliva de la vieja cerota y sucia y estará en mis recuerdos por siempre. ¡Qué asco!
¡Jueputa mierda, jueputa bus, jueputa vieja, jueputa sillón, jueputa vida, jueputa Quique, jueputa yo, jueputa todo! Odio montarme en “burras” lo odio, hasta el día de hoy, aunque acabo de bajarme de una.

1 comment:

  1. Que buenisimo te quedo...nunca olvido la historia de los sillones, pero no estaban tan malos vs...y como si nada ya han pasado mas de 10 años de eso...los quiero a los dos
    Martha.....

    ReplyDelete

 

Dale click acá para ir a los cuentos de Quique, no te arrepentirás!