Tuesday, May 25, 2010

Pecaminosos

El Sandinismo

Por: Orlando Gutiérrez Gross

Tengo veinticuatro años de trabajar en el Archivio Segreto Vaticano, gracias a mis estudios en Paleografía e Historia del Arte. Desde hace 12 años dirijo el Laboratorio de Restauración y Paleografía en dicho departamento, siendo además docente de la Escuela Vaticana de Paleografía, Diplomática y Archivística.

Como se podrán imaginar, mi oficina está llena de escritos, registros y legajos relativos a la Iglesia, a su historia, diplomacia y a sus actividades desde el siglo II hasta nuestros días. Los más de veintiséis kilómetros de estanterías del Archivio Segreto Vaticano les pueden dar idea del volumen de documentación conservada.

Tengo acceso a documentos que posiblemente nunca llegarán a la luz pública, por ser secretos muy bien guardados que seguirán desconocidos, archivados. Y, fue así, como descubrí un documento donde consta que los mandamientos son once y no diez como originalmente se ha conocido. El onceavo mandamiento, según esta documentación es: “Non edere citrullus vulgaris”. Esto, me llamó mucho la atención, pues la traducción al castellano es: “No comerás sandía”.

Siendo yo un adicto a la sandía, me resultó chocante y alarmante este mandamiento que no había sido incluido en nuestras vidas. ¿Por qué no se podía comer sandía? ¿Qué tenía de malo una fruta tan refrescante que mi madre semanalmente se aplicaba en la cara para hidratársela? El documento en sí, hablaba de los mandamientos, más no los explicaba, razón por la cual me dediqué a investigar por qué en aquellos tiempos, comer sandía era prohibido.

Ninguno de los códices que consulté, legajos y manuscritos explicaba la razón de dicho mandamiento. Fue así, como me di a la tarea de investigar en internet y me encontré con una investigación que decía lo siguiente: Un grupo de científicos, de la universidad de Texas, han descubierto, que la sandía tendría propiedades, parecidas a las del viagra, gracias a su contenido de licopeno, betacarotenos, y citrulina. Estas sustancias que pertenecen a la fruta que mencionamos, podrían aumentar la capacidad eréctil en el hombre, como lo hace el sildenafil. Esta investigación, descubrió, que al consumir sandía, la citrulina, se convierte en un aminoácido (arginina), que favorece notablemente la relajación de los vasos sanguíneos, lo que genera un efecto similar al fármaco más arriba mencionado.”

Siempre he considerado que soy un intelectual, pensante y altamente razonante, sin embargo, el primer pensamiento que se vino a mi mente fue: “He estado inmerso en este placer pecaminoso de una fruta que debería ser prohibida tanto como cualquier droga durante mis cuarenta y siete años de existencia…¡no puede ser! ¿Cómo es que mi madre no me lo advirtió?”. Y entre recriminaciones, meditaciones, reflexiones y todos los iones, juré sobre la Biblia no volver a comer tan deliciosa fruta de origen africano.

Han pasado ya más de 6 años de mi descubrimiento, estoy en tarea de hacerle saber al mundo, que el onceavo mandamiento existe, que el sandinismo es bueno para unos y para otros no, ¿usted qué opina? -


Wednesday, May 19, 2010

Soez y Altisonante

Coprolalia

Por: Orlando Gutiérrez Gross

- ¿Diga?

- Buenos días, la Señora Cuestas por favor.

- Sí, con ella

- Sra. Cuestas, habla Lilliam de Carrasco, directora de colegio de Alejandro

- ¿Cómo está Lilliam?, ¿Qué le pasó a Alejandro?, ¿Qué hizo?

- Alejandro ha tenido un ataque de nervios, todo ha empezado en la clase de ciencias, por lo que tengo entendido, empezó a imitar al profesor y después a ofenderlo con malas palabras, mientras se jalaba él mismo el pelo. Lo han tratado de calmar y se encuentra en la enfermería en estos momentos, ¿podría usted venir por él, por favor?

Inmediatamente dejé caer el teléfono. Sentí como el mundo se me venía para abajo, la temperatura de mi cuerpo se acrecentó y bajó. Me sentí mareada.

Agarré las llaves del carro y manejé nerviosa, hacia el colegio.

Todo empezó hace un mes, cuando Alejandro empezó a parpadear constantemente, creí que era un nuevo tic que se agregaba a la lista de contracciones de nariz y sacudidas de cabeza. Lo llevé al doctor y no le encontró nada malo.

Ayer en la noche, lo encontré en el cuarto golpeándose la cara con un libro, llamé al doctor inmediatamente y me dijo que le diera una pastilla para nervios y que lo llevara hoy después de sus estudios a la consulta, para volver a examinarlo.

Antes que sonara el teléfono me puse a buscar páginas en internet, esperando encontrar algo que me ayudara y creo que lo encontré. Solo hacía falta un síntoma: la coprolalia. Eso me tranquilizó. Hasta que recibí la llamada del colegio…

Al recogerlo, lo llevé inmediatamente al doctor. En el transcurso, me decía: - vieja puta, bastarda, te odio, mierda, callate. No dejaba de mover la cabeza y cuando trataba de tranquilizarlo, me volvía a callar e insultar.

Después de examinarlo, el médico confirmó lo que yo temía.

- Señora, Alejandro tiene el Síndrome de Tourette. Bla bla bla bla bla bla –era lo único que escuchaba yo decir al doctor, mientras pensaba: ¡Jueputa mierda, ya la cagué!

Bíblicos

Tres

Por: Orlando Gutiérrez Gross

Ángeles, demonios, circuncisiones, bautizos, muertes, crucifixiones, resucitaciones, leyes, en fin un gran numero de normas buenas y no tan buenas, que los humanos hemos escrito para tener algo en que refugiarnos. Eso es la religión. Eso es lo que la Biblia nos enseña. No pecar, amar, no desear.

¿Alguien en verdad puede creer que la mujer vino de una costilla del hombre? ¿O que los desterraron por comerse una manzana? Estamos en una búsqueda infinita por ser felices, y hay quienes la encuentran creyendo todo eso, leyéndolo y especializándose en diferentes ramas.

Y con este preámbulo les cuento que me criaron siendo un fanático religioso, o por lo menos eso es lo que pensaban mis papas, porque yo muy adentro tenía mis dudas.

Todo empezó cuando mi mamá decidió que había que hacer penitencia tres veces a la semana, porque claro, el Señor resucitó a los tres días, eran tres reyes magos, la santísima trinidad y todo lo que tuviera que ver con el numero tres. Entonces, todos los lunes, miércoles y viernes, a las 3:00 pm, mis tres hermanos, mi papá, ella y yo, nos arrodillábamos en maíz por tres horas, a rezar el santo rosario, con letanías, lentejas y todo lo que se le ocurriera.

Y así crecí, con las rodillas llenas de puntitos, parecían hoyos de barros que habían dejado marca, no en la cara, en las rodillas; sin embargo, para mi era algo normal. Al cumplir los trece años, mi vecina Rosa (que en paz descanse y la santísima Trinidad la tenga en su gloria, diría mi mamá) me regaló un pollito. Lindo el pollito. Lo bautice con el nombre de “Chumeco”. Era el animal más inteligente y lindo que existía. Lo acostumbre a ponerle un mecate en el cuello, para ir a la vuelta y fumarme el cigarrito, que por cierto no podía hacerlo, pero yo pensaba que sí.

Chumeco vivía en el jardín pequeño de la casa y por supuesto nunca se le permitía entrar a la misma, pues era un animal. Sin embargo, un viernes, por descuido de mi santa madre (creo que en verdad ella pensaba que era santa), la puerta del jardín quedo abierta, Chumeco aprovechó para entrar y encontró el maíz en el que acabábamos de arrodillarnos para rezar. Y ¡zas que se lo come! Cuando mamá encontró al animalejo comiéndose el maíz, decidió que había que adorarlo, porque imagínense ustedes, un viernes, después de rezar, el animal logra entrar a la casa y se come el maíz. Desde ese entonces, la suerte de Chumeco cambió, era el rey de la casa. Mi madre tejía para hacerle bufanditas, le limaba las uñas, limpiaba su pico y hasta dormía adentro.

Hasta que un día decidió que él, por ser santo, debía de tener el mismo destino que el Señor Redentor. Nos juntó un viernes a todos en el patio. Había colocado una especie de cruz mal hecha, con unas ramas del guayabo que había en casa, y ahí, estaba la ya gallina o gallo o gallino (nunca supe el sexo), agarrada de sus alas, crucificada, pegando gritos, mientras mi mamá con cara seria rezaba. Una vez que el animal se desangró, lo puso sobre una piedra que había cerca del guayabo, le echó una sabana vieja y dijo:

- En tres días resucitará.

A los tres días, la gallina estaba podrida y yo al ver esto, la tomé con lagrimas en los ojos y la enterré cerca del árbol, no sin antes tomar la sabana vieja llena de sangre y dejarla puestecita sobre la piedra, para que mi madre creyera que en efecto, Chumeco había resucitado.

El plan funcionó. Cuando mi mamá fue a revisar la gallina y no la encontró, pegó un grito, se inclinó frente a la piedra y empezó a rezar. Fue así como la gallina se convirtió en santa y mi madre empezó a adorar falsos ídolos.

Mi papá al ver que ella rezaba el día entero con la manta llena de sangre seca en la cabeza, no tuvo más opción que empacar unos cuantos trapos de sus hijos y nos fuimos. Nunca la volví a ver. No me afecto en la más mínimo su ausencia, al contrario, empecé a ser un adolescente normal y llevar una vida alegre.

Al cumplir los 33 años, recibí un paquete, no tenía remitente, solo una nota que decía: Feliz Cumpleaños, que Dios te bendiga, pronto resucitarás. En su interior había una pequeña cruz. Me pareció un insulto. Vieja loca.

Referencias: Éxodo 20:1-6 San Lucas 24:1-5

Fobias

Ana Reina

Por: Orlando Gutiérrez Gross


Ella le tenía fobia a los perros.

Ella le tenía fobia al ascensor.

Ella le tenía fobia a la sombra de ojos, mas no al polvo compacto diez tonos más blanco que ella.

Ella le tenía fobia a la falta de cristianismo. Era cristiana.

Todo empezó cuando Él la dejó y se fue a El Salvador. Era el único país donde la mocosa y/o chilpayate podía tener una educación buena a un precio bueno. Así lo consideraron y mandaron a la pobre niña a tan dichoso país.

Él era Chef, o por lo menos así se vendía. Cuando llego a El Salvador abrió un restaurante de comida italiana. Total era lo único que sabía cocinar. Fina atención gastronómica de su tía Aura Ester, quien tenía un comedor donde el plato más famoso era “Penne alla crema di ricotta e timo limone”, es decir, penne a la leche agria.

La transición fue relativamente tranquila y emocionante para Él; sin embargo, a Ella le dieron fobias.

La infeliz mujer, se sintió sola y abandonada. ¿Cómo no? Había sido educada para casarse y procrear, y después de trece años de matrimonio, sólo había engendrado una niña. Fea. Muy fea. Con la tez más blanca de lo normal. Posiblemente era la razón por la que usaba polvo compacto mas blanco de lo normal, pretendía parecerse a la niña.

La niña estaba feliz. Muy feliz. Era la más blanca de la escuela, los demás niños la admiraban, era bella. El era un éxito con su pasta agria. Ella era infeliz.

La niña creció. Terminó el colegio. Entró a la “Academia de Belleza Comalapa” y estudió “Asistente en Esteticien”.

A Él no le quedó más remedio, que dejarle el restaurante a Blanca. La mesera. Para regresar a la par de Ella, a la niña no le gustaban los macarrones ácidos.

Alquilaron un apartamento enfrente del mío. El cual yo había comprado hacía ya trece años, y por tener un bajo conteo de esperma, Luz y yo nos resignamos a tener canes.

El día que se mudaron, uno de los perros salió muy campante y le ladró. El sólo se condenó. Nos condenó a los cuatro.

Yo le agarre fobia a la cristiana sobremaquillada que le tenía fobia al ascensor y bajaba y subía trece pisos con fobia a encontrarse a mis perros. Ella me tenía fobia porque tenía perros y no pudo convertirme al cristianismo.

Ella era coleccionista de fobias, yo de vecinos.

Amén.

Infantiles

Botas Blancas

Por Orlando Gutiérrez Gross

Todas las tardes, al regresar a casa, José Luciano Federico Malbec admiraba la belleza del Palacio de Carnes, era impresionante ver las murallas que se levantaban y parecían llegar al cielo, murallas que tapaban el castillo.

José Luciano Federico Malbec, era un perrito blanco, con la cabeza más grande de lo normal, sin perder la proporción, de pelo blanco blanco como las nubes, ojos grandes y redondos, con pestañas blancas y lisas, su cuerpo era el típico cuerpo de un perrito trabajador, fuerte, musculoso y algo enano, pues de tanto cortar leña había logrado sacar músculos. Sus patitas eran blancas como el algodón y pequeñas. Su papá le había puesto dos apodos: “Trucha Blanca” y “Patas de carnero”, lo cual nunca había logrado entender el por qué de sus apodos, pero su viejo padre le decía siempre: - No sé por qué te los puse, un día se me ocurrieron y como me gustaron, te los dejé.

Desde muy pequeño, José Luciano Federico Malbec, ayudaba a su papá, cortando leña, acarreando bultos y poco a poco iba aprendiendo el oficio de carpintería. Era un perrito totalmente dedicado a su padre, pues solo ellos dos vivían y tenían que trabajar para poder comer. No había un solo día en que el no pensara que llegaría a ser alguien muy importante y su papá finalmente dejaría de trabajar.

- Malbec! Deja de fantasear, le decía su padre. Nosotros somos trabajadores, y es mejor que utilices tus fuerzas para pensar en cosas más productivas, que simples fantasías.

Sin embargo, Malbec (le decían sólo Malbec, pues su nombre era extremadamente largo) siempre tuvo la certeza que cosas buenas vendrían para él, y no podía evitar sus pensamientos, y mucho menos cuando pasaba cerca del Palacio de Carnes.

En el Palacio de Carnes, vivía el Rey, con su hijo, el Príncipe Don José Tiago Nicolás Ramón, que al igual que Malbec, por tener un nombre tan largo, su papá el Rey le decía Tiago.

Tiago tenía dos apodos que el Rey le había puesto: “Camarón negro” por su gran habilidad en el agua, era un excelente nadador, que podía hacer cualquier pirueta dentro del agua; y “Piraña de Amor”, pues cuando el Rey jugaba con su hijo, éste lo mordía. Este último apodo era algo controversial, pues en la comarca, a Don José Tiago Nicolás Ramón, le temían, por su gran habilidad de morder, se defendía y enseñaba los colmillos, no existía quien pudiese vencer a Tiago. Por esta razón, le decían “Piraña de Odio”

Tiago pasaba sus días dentro del castillo, ya que no le permitían salir por seguridad. Se aburría mucho, no tenía amigos, y ni siquiera conocía a sus primos, pues éstos vivían en países lejanos.

Tiago era un perrito muy elegante, con porte de nobleza, eso no se podía negar. Era de color negro, colocho, el cuello era perfectamente alto y estilizado cuando se paraba, y desde lejos se podía admirar semejante elegancia. Sus ojos eran algo achinados y su barba larga y negra hacía perfecta combinación con su cara y cuerpo.

Un buen día, Malbec tuvo la suerte de entrar al Palacio de Carnes, no lo podía creer! Uno de sus sueños se estaba haciendo realidad, conocería el palacio por dentro.

El Palacio de Carnes daría una fiesta en honor al cumpleaños de Don José Tiago Nicolás Ramón, y necesitaban mas leña de lo acostumbrado, pues el banquete sería para 3700 personas.

Malbec se había bañado desde muy temprano, incluso decidió peinarse los pelos parados de su cabeza, pues iría a entregar leña al Palacio. Decidió ponerse sus botas blancas, que le había enviado su abuela de regalo de cumpleaños, y un chaleco que su papá le había cosido.

Al fin de cuentas, tengo que ir muy bien arreglado, pues nunca se sabe quien te verá – pensó Malbec-.

Cuando el puente levadizo se abrió, Malbec empezó a caminar, empujando su carretilla llena de leña, sus pasos eran algo torpes, pues no estaba acostumbrado a trabajar con botas blancas y caminar sobre piedra, le dolían sus patitas de carnero, pero nada de esto le detenía, al contrario, estaba feliz de poder conocer el Palacio.

Sus ojos estaban maravillados de observar los jardines del Palacio, parecían infinitos, llenos de árboles frutales, de naranja, limón, cerezos, flores lindas, tulipanes rojos, amarillos, verdes, morados, con gotitas de rubíes en sus pétalos, grama verde verde verde, que asemejaba esmeraldas brillantes, fuentes por todo el jardín, que en vez de agua tiraban huesos, deliciosos huesos, para morderlos y chuparlos, y poderlos esconder tras las diferentes plantas que habían en todo el jardín.

La construcción del Palacio de Carne, era como su nombre lo decía, de carne, miles de kilos de carne juntos en una sola construcción, era un tipo de carne especial, que siempre estaba fresca y tenía diferentes colores, para que el palacio fuera alegre a la vista. La carne se podía comer, por supuesto que sí, y trozo de carne que se quitaba de la pared, aparecía inmediatamente, para que no quedaran hoyos en sus paredes.

Malbec llego al depósito de leña, donde tendría que dejar la mercancía. Era un cuarto iluminado, grande, como un cuadrado, de paredes de carne, donde entraba el sol todo el día y de esta forma la leña se mantenía siempre seca, en caso que lloviera, las ventanas se cerraban y la carne no dejaba entrar ni una sola gota de lluvia.

Poco a poco, Malbec empezó a acomodar la leña, cuando escuchó un ladrido a lo lejos, volteó la cabeza para ver de donde venía, y casi se va de espaldas al ver al Príncipe Tiago, jugando a pocos metros de él, con una pelota hecha de hilos de diamante (por que los hilos de oro no sirven para hacer pelotas, quedan muy aguadas), la pelota iba de arriba para abajo, y Tiago la agarraba en el aire, le daba patadas, corría tras ella, se le escapaba, la volvía a agarrar, metía sus dientes dentro de los hilos de diamante y con la boca la volvía a tirar al aire, para que la pelota se alzara y poder seguirla.

Malbec se quedó mirándolo fijamente, era un perro perfecto, su belleza podía dejar ciego a cualquier persona, y ver la destreza con que jugaba, era intoxicante. Cuando de repente, algo golpeó la cabeza de Malbec y lo asustó! Era la pelota de Tiago, que había llegado hasta él por accidente, y rápidamente el Príncipe se acercaba a donde estaba él. No lo podía creer!!! Conocería al Príncipe!

- Disculpa, se me ha ido la pelota, me la puedes tirar?

- Ehhh…síiii….claro. Eres el Príncipe Don José Tiago Nicolás Ramón?

- Sí, y tú quien eres?

- Mi nombre es José Luciano Federico Malbec, estoy acá dejando leña para el banquete de tu cumpleaños. Mientras le explicaba quién era, le extendió la pelota.

- Gracias! Quieres jugar conmigo? Veo que tienes unas botas blancas muy bonitas, siempre andas así?

- No, me las he puesto hoy, para venir a tu palacio, pero no me acostumbro a usarlas, me incomodan.

- Quítatelas y ven a jugar conmigo.

El Príncipe no había terminado de decir esas palabras, cuando Malbec ya estaba sin botas y listo para atrapar la pelota.

Los dos empezaron a jugar, uno le tiraba la pelota al otro, se la quitaban, ladraban muy alto, reían, corrían entre los árboles frutales, de vez en cuando se detenían a tomar agua y continuaban con su juego.

Pasaron unas horas, y Malbec se dió cuenta que ya casi era de noche.

- Príncipe, has sido muy amable en dejarme jugar contigo, pero ya está anocheciendo y es hora de irme a casa. Mi padre estará preocupado esperándome.

- Claro, te entiendo. Vendrás a mi cumpleaños el Sábado?

- No creo Príncipe, no me han invitado.

- No seas tonto, yo te estoy invitando. Y con dos ladridos poderosos, hizo aparecer en sus manos una invitación para su cumpleaños, totalmente hecha de carne, se podía comer!

- Gracias Príncipe! Acá estaré.

Corrió lo mas rápido que pudo, corrió y corrió, hasta que llegó a su casa y le contó a su padre lo que había sucedido, le enseñó la invitación y le pegó un mordisco, e inmediatamente volvió a salir carne.

Era una bendición tener esa invitación, pues era una pequeña fuente de carne, para quien la tuviera.

Padre e hijo celebraron esa noche, y se dieron un gran banquete de carne, que salía de la invitación. Tenían mucho tiempo de no comer carne, pues era muy cara.

El tan esperado día Sábado llegó, y Malbec se puso sus mejores galas, un traje negro con corbatín negro y sus botas blancas! Malbec adoraba esas botas, porque su abuela, como habíamos contado antes, se las había enviado desde un lejano país, por correo, ella temió que las botas nunca llegaran a su nieto, pero sí llegaron, lo cual le hizo confiar plenamente en el servicio postal entre países lejanos. Desde ese momento, cualquier cosa que ella tuviera que mandar, aunque fuera un recado a la casa de la vecina, lo mandaba por medio del Servicio Postal de Países Lejanos, pues confiaba más en ellos que en ella misma.

Malbec llegó al Castillo, dónde la gente hacía fila para entrar, todos tenían sus invitaciones de carne, listas para enseñar. Cuando le tocó su turno de enseñarla, pasaba por ahí el Jefe de los Meseros, y al ver a Malbec con su corbatín negro y sus botas blancas, lo regañó.

- Por el Castillo de las Carnes! Qué haces acá? Todos los meseros deben de estar atendiendo a los invitados, apúrate y ve a la cocina a tomar una charola con carne, para que la pases a los invitados.

Malbec trató de explicarle el mal entendido, enseñándole la invitación, pero el Jefe de Meseros se la quitó inmediatamente y la guardó.

- Dios quiera que no te agarren robando invitaciones, sería tu fin! Yo no diré nada, pero apresúrate a cumplir tu trabajo.

Malbec no entendía que era lo que sucedía pero se encaminó a la cocina a tomar la charola de carnes para pasarla. Cuando vió a los meseros, logró entender el por qué de la confusión, todos vestían trajes negros con corbatín negro y botas blancas. Mientras que los invitados a la fiesta, llevaban ropas de colores, total, era una celebración y no un funeral.

No le quedó más remedio que atender a los invitados, se sentía triste, porque quería jugar con las pelotas, las cuales no eran de hilos de diamante, eran pelotas de pollo, sí, de pura carne de pollo. Y cada invitado tenía derecho a llevarse cuantas pelotas de pollo quisiera, como recuerdo del cumpleaños del Príncipe Don José Tiago Nicolás Ramón.

El Príncipe estaba feliz, de todas partes del mundo había recibido regalos e invitados (que no conocía), pero le extrañaba que su nuevo y único amigo “Malbec” no hubiera llegado.

Tiago le pidió a su padre, el Rey, que mandara a buscar a Malbec, quería saber que le había sucedido, y el Rey, al oír tal petición mandó a uno de sus generales a buscarlo.

El General del Palacio de las Carnes, regresó, contándole al Rey, que según el papá de Malbec, su hijo había ido al cumpleaños, por lo que debía de buscarlo entre los invitados.

Así se hizo, y encontraron a Malbec, sirviendo charolas de carne. Lo llevaron ante el Príncipe y al preguntarle éste porque servía a los invitados, Malbec le contó lo sucedido.

- Tráiganme al Jefe de Meseros! Dijo Tiago muy enojado.

Cuando éste se presentó ante el Príncipe, le explicó que el se había confundido, y que había pensado que Malbec era uno mas de los meseros.

Inmediatamente lo despidió y le pidió que abandonara la Comarca, pues un error tan grave como el que había cometido no se le podía perdonar.

Malbec intercedió por el Jefe d Meseros, pidiéndole a Tiago que lo dejara libre, que un error lo podía cometer cualquiera, y aunque no le pareció la idea, Tiago aceptó.

- Príncipe Tiago, quisiera que aceptaras este regalo, que, aunque humilde, te lo doy con todo mi corazón. Y acto seguido, se quitó las botas y se las dio.

Al ver semejante acto de amistad, el Príncipe lo abrazó, y le dijo:

- Corre a casa de tu padre, y tráelo.

Malbec corrió a su casa y en cuestión de 20 minutos se encontraba ante el Rey y su hijo, junto con su padre.

El Rey dio dos ladridos poderosos, y los invitados hicieron silencio. Se dirigió a ellos y dijo:

- Malbec, desde este momento serás conocido como: Conde Don José Luciano Federico Malbec, dio dos ladridos nuevamente y las ropas de Malbec y su Padre se transformaron en elegantes trajes hechos a la medida, bordados con oro, rubíes, esmeraldas. Los colmillos de Malbec se volvieron de puro diamante y su pelo adquirió un brillo nunca antes visto por ningún ser viviente.

El Príncipe Tiago levantó la voz y dijo:

- El título otorgado a ti, Conde Don José Luciano Federico Malbec es una dignidad otorgada por mi padre el Rey, por tu trayectoria como fiel hijo, y fiel amigo, que aceptaste servir a mis invitados, siendo tú uno de ellos. Has pedido piedad a favor del Jefe de Meseros y me has entregado tu más valiosa posesión: tus botas. Por estas razones, a partir del día de hoy, serás Ministro de Trabajo y lucharás contra cualquier injusticia. Tus colmillos de diamante, te darán la sabiduría para distinguir entre el bien y el mal, y nunca más volverás a pasar hambre. Que así sea!

El sueño de Malbec se había hecho realidad, el supo que si lo deseaba lo suficiente, se cumpliría, y finalmente, su padre, había dejado de trabajar y podía disfrutar de su vida de anciano. Malbec fue conocido como el “Conde Justo”, y la gente del pueblo se había dado cuenta que no era correcto juzgar a las personas sin antes conocerlas, de hecho, el apodo de Piraña de Odio, nunca se volvió a escuchar, solo el de Piraña de Amor, cuando se referían al Príncipe Don José Tiago Nicolás Ramón.

P.D. Si se preguntan que pasó con la abuela de Malbec, él la llevó a vivir junto a él y la nombró Ministra de Servicios Postales de Países Lejanos.

En el extranjero

Olor a Mierda


Por Orlando Gutiérrez Gross


A las 6 en punto de la mañana sonó el despertador. Odio cuando suena ese aparato, siento que mi corazón va a explotar del susto y se combina con un sentimiento de miedo, aflicción y tristeza. Cuando era niño no tenía por qué disimularlo, pero ahora a los 32 años, opto por extender la mano, tomar el reloj, apagarlo, voltearme, cubrirme con la cobija y esperar cinco minutos más para levantarme. Todo esto lo hago en cuestión de ocho segundos, totalmente automatizado, algo robotizado.

En el último año, me han invitado de diferentes universidades a exponer mi trabajo sobre las geosminas, razón por la cual ando de avión en avión, de hotel en hotel y de universidad en universidad.

Pasaron los cinco minutos y no me queda otra alternativa que levantarme. Me quito la cobija, me levanto por el lado derecho de la cama, veo y siento mi acostumbrada erección matutina. Es un día normal en mi vida, sé que a continuación tomaré una ducha y me masturbaré para darle inicio oficial a mi jornada.

-Por favor demos un gran aplauso para el Doctor Navarro –terminó diciendo el Rector de la Universidad al presentarme.

-Buenos días. Para mí es un gran honor estar acá con ustedes, y exponerles mi trabajo “Estimulaciones químicas que producen las geosminas en el entorno humano”

Me atreveré a decir que todos hemos sentido el olor que desprende la tierra después de una fuerte lluvia, esto suele suceder más a menudo en el campo que en la ciudad, la razón es clara: en la ciudad el olor característico es una mezcla de cigarro, gasolina, cemento, cloaca, que nos penetra en cada una de nuestras células, y como vivimos ahí, ya sentimos ese olor como algo natural, es decir, estamos acostumbrados a oler mierda -varios estudiantes soltaron una gran risa- sin embargo, en el campo, por la transparencia del aire, la humedad, la lluvia, la naturaleza, es más frecuente el olor a tierra mojada.

Este olor, proviene de unas sustancias químicas llamadas “geosminas”, que son producidas por microbios. La lluvia libera del suelo estas sustancias, al mismo tiempo que asienta el polvo del aire, y con la ayuda de la temperatura se evaporan estas sustancias, dando un olor casi dulce, que es lo que conocemos como el olor a tierra mojada.

Al cabo de unas horas, terminé mi conferencia, ya me la aprendí de memoria y hablo de una manera automática y robotizada, como cuando me despierto. Inclusive hago las mismas bromas y la gente se ríe en los mismos momentos.

El reloj marca las 4:30 de la tarde, y aunque me siento cansado, no puedo perder la oportunidad de conocer un poco de este pintoresco lugar. Ha llovido gran parte de la tarde, lo cual me ha ayudado con la conferencia sobre las geosminas.

El pueblo es relativamente tranquilo, un par de cafés sobre las aceras, tiendas, restaurantes, una sala de cine, etc. Me llama la atención un lugar en especial: “El Bistro”. Un lugar interesante, lleno de cuadros, con marcos de madera carcomidos y agujereados por cientos de polillas. Me siento en el bar, y observo una minúscula estantería, donde los vasos parecían prescindir de la transparencia del cristal, y haberse tornado opacos debido a la suciedad y a la falta de lavado. El rodapiés que cubre la parte inferior de la barra, parece hacer el amor con las servilletas y las pelusas, sin embargo había algo del lugar que no dejaba de llamarme la atención. No puedo explicar que fue lo que hizo que no me largara de ahí inmediatamente, era algo en el aire, algo mágico e intoxicante, que me detenía.

Ordené un martini sucio, hasta el día de hoy no se si lo pedí porque la copa se veía sucia o por el jugo de las aceitunas, pero se que sí me lo disfruté.

Estaba tomando mi martini, cuando alguien a mis espaldas me habló:

- Doctor Navarro?

- Sí

- He disfrutado mucho su conferencia, soy Gema Mengual, estudiante de Biología.

- Gracias Gema, para mi ha sido un placer tener un grupo tan activo como el de hoy.

Sin preguntármelo, o yo proponérselo, Gema se sentó en el banco de al lado.

- Es sumamente interesante el tema de las geosminas, inclusive la parte donde nos explico que de los mismos microbios provienen ciertos antibióticos, es algo que debería de explotarse más. Pero que tonta soy, me imagino que está cansado de hablar sobre lo mismo, ya había venido acá antes?

- No te preocupes, no puedo mentir que muchas de mis conversaciones son sobre el mismo tema y a veces me cansan, pero siempre estoy dispuesto a aclarar cualquier duda que me pregunten. Soy virgen en este lugar, pero no tendré mucho tiempo de conocer, ya que mañana me dirijo a dar otra conferencia.

- Espero que lo de virgen sea porque no conoce y no por otras cosas…-dijo soltando una risita leve y picaresca –

- Ja ja ja ja, claro que es porque no conozco, por qué mas podría ser?

- No lo sé, dígame usted.

Joder, esta chica se me está insinuando y no anda con rodeos – pensé -

En cuestión de segundos la examiné de pies a cabeza. No estaba nada mal, pelo negro que le llegaba a los hombros, unos 60 kgs, ojos negros, vestía unos jeans con chaqueta de corduroy y zapatos de tacón.

- Dígame Doctor, viaja usted solo?

No sabía que contestar, porque a pesar que sí viajaba solo, estaba casado, pero la tentación que esta chica me estaba dando era muy grande. Nunca le había sido infiel a mi mujer, pero la sensación de sentirme prácticamente acosado por Gema, de estar confundido y de saber que quien tenía el mando en ese momento era la chica, no me era del todo indiferente.

- Si viajo solo, estoy casado desde hace dos años y medio – contesté –

- Ha de ser una mujer muy afortunada, lo bueno es que no todas las mujeres somos celosas.

Sonreí e inmediatamente le pregunté al bartender, que también era mesero y me imagino que cocinero, dónde estaba el servicio sanitario.

- Me disculpas un momento por favor, iré al baño.

Me encaminé por un pasillo estrecho y oscuro, con una luz tenue al final. Se encontraba a mano izquierda, era un retrete sin nada más que la imprescindible taza y un lavabo, misteriosamente estaba limpio. Entré, me baje la cremallera y empecé a orinar, mientras observaba una jabonera brillante, de aspecto antiguo, cuando escuché que la puerta se abría y antes que pudiera darme vuelta, se encontraba Gema atrás mío.

Ensuciamos la única habitación limpia del lugar.

A la mañana siguiente, después de levantarme y masturbarme, estaba listo para tomar el vuelo que me llevaría a la próxima conferencia, sin embargo, añoré la ciudad, añoré a mi esposa, añoré oler mierda
 

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