Patricia
Por Orlando Gutiérrez
La gallina no entendía que pasaba. Estaba nerviosa, trataba de volar, pero no podía. La querían agarrar y a ella le daba miedo. Corría y corría. La alcanzaron. El niño le puso una especie de soga en el cuello. La sacó a caminar. ¡Qué salvada! Era sólo su paseo vespertino.
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